martes, 29 de diciembre de 2015

Un hombre firme.


James Donovan es un abogado de prestigio, que, en plena Guerra Fría, y por motivos que poco tienen que ver con la justicia, se ve obligado a defender a Rudolf Abel, supuestamente un inglés acusado de ser un espía soviético. Su trabajo se complicará aun más, cuando un piloto norteamericano caiga en las manos de los comunistas, y Rudolf Abel pase a ser moneda de cambio, y James Donovan se convierta en el negociador en este proceso.

Spielberg continua por la senda marcada por su previa "Lincoln"; tomar un hecho histórico y abordarlo más desde la perspectiva personal de su principal protagonista que de la histórica, para, al igual que aquella. refleja la determinación de un hombre por defender y llevar a cabo aquello en lo que cree. Como era de esperar, hay en esta película ecos del cine de Frank Capra (que siempre ha sido un referente para el barbudo de Ohio) y del Atticus Finch de "Matar a un ruiseñor": el protagonista en un patriota que aplica la ética y la moral hasta sus últimas consecuencias, aunque eso le haga ser atacado y practicamente repudiado por la sociedad a la que pertenece, y casi por su familia. A este respecto la secuencia que mejor define al personaje de James Donovan, (interpretado por Tom Hanks con su habitual excelencia), es el emotivo momento en la que su defendido le narra la anécdota de el "hombre firme", que además de al protagonista, ilustra muy bien la corriente de simpatía que se ha generado entre ambos. En este punto, hay que señalar la excelente labor que lleva a cabo Mark Rylance interpretando a Rudolf Abel, ese hombre templado y (aparentemente) sin sentimientos, que para el que esto firma, se trata de la mejor actuación que vista este año.

En cuanto al desarrollo de la película, la verdad es que a pesar de sus más de dos horas, transcurre en un suspiro. El realizador da muestras de su gran manejo del suspense (la persecución que abre la cinta:  el momento en el que Donovan se siente perseguido y e intenta escapar; o en la tensa secuencia del intercambio del puente); del humor, que como en casi todos los trabajos de Spielberg, se extiende a lo largo del metraje (no exento, eso sí, en esta ocasión de un poso amargo...), solo que en este caso tira más hacia lo absurdo, en lo que quizás sea consecuencia de la labor de reescritura llevada a cabo por los  hermanos Coen; de la acción con la breve pero excelentemente ejecutada secuencia del accidente aereo; y de los momentos emotivos, como la citada anécdota de "el hombre firme", o las secuencias que implican a la familia de Donovan.

Sin embargo, ha sido en la puesta en escena, donde he encontrado el problema que a mi parecer malogra en parte la película. Al contrario de otros trabajos del realizador, en los que abundaban los planos llenos de movimientos de cámara vistosos, o de planos en los que la cámara parece ser un personaje más que se asoma a la secuencia, en este caso ha optado por una puesta en escena más marcada por el montaje que por el diseño del plano. Aunque esos recursos visuales son los que han forjado el facilmente reconocible estilo de realizador, aquí, la repetición de secuencias en distintos lugares y momentos es lo que se convierte en la principal herramienta narrativa. Una elección respetable y hasta cierto punto lógica, ya que dado que la película trata del enfrentamiento entre los dos bloques de la Guerra Fria, esta es una buena manera representarlo.
El problema es cuando esta herramienta narrativa acaba teniendo como único fin el ridiculizar el sistema sovietico: hay momentos en los que se roza la caricatura de brocha gorda, y ensalzar el norteamericano hasta el punto de llegar casi a convertirse en un panfleto proamericano. Desde luego que es el punto de vista del director y que tiene algo de verdad, pero por instantes  se le escapa las cosas de la manos. Hay están las citadas secuencias paralelas que comparan el trato que reciben los prisioneros norteamericanos y los soviéticos, que probablemente tengan algo de cierto, pero con la labor de montaje que las pone en comparación, resultan un tanto maniqueas. Pero quizás el momento que más me chirrió y estuvo a punto de sacarme de la película fue la secuencia del tren a través del muro de Berlín y su posterior espejo en el lado norteamericano (no explicaré más para no destriparla), que roza los sonrojante.

Y ahora vendrán  dos grupos de personas. Por un lado, los que aduzcan que tampoco es complaciente la imagen que da del sistema americano, cínico, que da veneno para inmolarse a los espías que caigan en manos enemigas, y que esta más preocupado de dar imagen de democracia y justicia al mundo exterior que de realmente serlo. A estos les digo que aunque se vierta cierta visión descreida sobre el sistema norteamericano, al compararlo con el ruso, se vuelve en comparación, un paraiso. Y por otro, los recalcitrantes, que digan que eso no es nuevo en Spielberg, y que siempre ha sido un blando y un defensor a muerte de la tarta de manzana y el tío Sam. Y a estos les respondo que de ninguna manera. En muchas de sus películas, a pesar de su aparente ligereza, hay una visión bastante más crítica de lo que podría parecer contra EE.UU. y por extensión el capitalismo occidental. Vease la crítica a la sociedad consumista y obnubilada por las apariencias que es en última instancia "Atrapame si puedes"; el ataque a la política migratoria de Norteamérica que escondía "La terminal"; la descarnada visión del intervencionismo que daba "Munich"; o mismamente la poco épica visión que daba "Lincoln" sobre la aprobación la enmienda que abolía la exclavitud. Así que aquí no vale ese argumento de "Viniendo de quien viene era la esperable...".
De todos modos, se trata de una buena película, entretenida y bien rodada, que no es poco, pero que,deja un ligero poso de insatisfacción al final.


Y dado que esta va a ser el último post del año, desear a todo el mundo un feliz 2016.

lunes, 7 de diciembre de 2015

Bajada a los infiernos.


La agente del FBI, Kate Macy, será reclutada para una misión secreta que bordea la ilegalidad para acabar con los carteles de narcotráfico mexicanos. Lo que al principio comienza con entusiasmo, acabará siendo un descenso a los infiernos, que acabará con su destrucción emocional y moral.

A pesar de que Dennis Villeneuve no me fascinó con el único trabajo que le conocía, "Enemy" (que quizás no me convenciera por el repelús que despierta en mi Saramago...), las alabanzas que esta película cosechó en Cannes despertaron mi interés. Y mi atracción por las películas de frontera hizo el resto y acabé pasando por taquilla. Y ha sido una buena idea.

Viendo la película, a uno le llegan desde el primer momento ecos del cine de Michael Mann y Kathryn Bigelow y la historias de Cormac McCarthy. Y no solo por esos personajes, en apariencia frios e insensibles que son definidos por su profesionalidad, y por la violencia explosiva de sus relatos. Sino porque todos estos autores, priman siempre en sus creaciones la descripción y desarrollo de personajes por encima de la trama misma. Y esto, con algunos matices, ya que los responsables no evitan hacer una crítica a la política interevencionista de USA, es lo que define a esta excelente película

Con la pantalla en negro las dos definiciones de sicario: aquel que en la antigua Roma era contratados para matar para defender la Polis; y la actual que hace referencia a aquel que mata por dinero... Mientras suenan unas percusiones que podían ser perfectamente el ruido de tambores de guerra (cortesía de Johann Johannsson, que realiza una banda sonora excelente, escasa pero muy intensa), se van solapando con un corazón que late desbocado, el de la protagonista antes de hacer frente a una peligrosa misión de rescate de rehenes. Este inicio potente atrapa al espectador y no solo por lo impactante de la secuencia y su sangrienta y sorprendente resolución, sino que porque logra que desde ese momento el espectador quede inmediatamente ligado al personaje de Kate y esta pase a ser sus ojos en todo momento hasta el tremendo final. A través de su mirada, viviremos un viaje moral en el que se pasa del apasionado afán inicial por acabar con los carteles, a el desconcierto más absoluto y acabar con la destrucción absoluta moral y ética del personaje en su última secuencia.

En su caida a los infiernos Kate (muy bien defendida por Emily Blunt) será arrastrada por Matt, un hombre de la CIA al que interpreta el siempre sobresaliente Josh Brolin, manipulador y egoísta, que jugará a su voluntad con Kate, mintiéndole y ocultándole datos para lograr lo que necesita de ella. Sin embargo, el que roba la película y se queda en la mente del espectador es Benicio del Toro dando vida a Alejandro, como un hombre con su vida destruida por los carteles de la droga, se dedica a colaborar con el gobierno estadounidense para llevar a cabo su despiadada venganza. La magistral actuación de del Toro, por un lado, y la representación que hace Villeneuve del personaje, con secuencias en las que está presente, pero en las que no habla con nadie y es tratado por el resto de los personaje como si no existiera, o sus apariciones por sorpresa, que bordean lo inexplicable (y que no desvelaré para el que no las haya visto), lo convierten casi en un alma en pena, un fantasma que busca venganza.


Como se puede ver el panorama humano que representa la película es de todo menos amable, mostrando a los, que amparados por las agencias gubernamentales norteamericanas, luchan contra el narcotráfico, desde el primero hasta el último (como demuestra la desagradable imagen que proyecta los soldados que forman parte de la misión, misóginos y sedientos de violencia), como seres totalmente amorales: más que acabar con el tráfico de drogas, utilizan su misión como medio para dar rienda suelta a sus instintos más bajos y sus ansias de poder.  Y todo ello sin plantearse en ningún momento donde está su límite (y el del intervencionismo estadounidense): no hay nada ni nadie que tenga derecho a cuestionarles, y mucho menos a hacerles desistir de sus acciones, pasando en sus misiones por encima de todo y de todos.

Sin embargo, el tener un buen guión no hubiera dado por si solo la magistral película que es "Sicario". Y ahí es donde entra la realización de Villeneuve, que no solo brilla particularmente en las (magistrales) set pieces de suspense, sino que consigue violentar la realidad para demostrar como el terror se agazapa en cualquier rincón de nuestro día a día: los citados muros que ocultan cadáveres; el bar al que se va buscando desahogo y distensión; largos túneles ocultos a plena vista que permiten el tráfico de ilegales y droga...  Esto lo logra mediante ideas de puesta en escena como l
esos planos aéreos que son capaces a la vez de narrar (porque pese a su brillantez formal no se trata en absoluto de una película esteticista) y de producir cierta sensación de irrealidad. Y, como no, del uso de la violencia, explicita y desagradable en ocasiones; sugerida y en off visual (los interrogatorios) en otras; quedando  también espacio para visualizaciones elegante y surrealistas, como la visualización nocturna de los tiroteos de Juarez desde el lado estadounidense de la frontera como si de fuegos artificiales se trataran.


Aunque claro, es justo reconocer que la realización de Villeneuve tiene la suerte de estar amparada por la excelsa fotografía en formato panorámico de Roger Deakins. La manera en que recorta las siluetas de los personajes contra el horizonte, convirtiendolos en sombras vacias, o el uso de las cámaras de visión nocturna y térmica durante el asalto del túnel, son las más llamativas. Pero también hay detalles menos llamativos pero igual de brillantes, como, por ejemplo, la manera en la que refleja los claroscuros durante la escenas nocturna, en particular el asalto en coche y a la mansión. Se le añoró mucho al cinematógrafo inglés en "Spectre" tras el fascinante trabajo realizado en "Skyfall", pero si no compareció por estar iluminando esta maravilla, queda más que disculpado.



Sin duda una de las mejores películas del año. Esperemos que Villeneuve siga en esta linea, y que en caso de que se produzca esa sorprendente y rumoreada secuela que seguiría las andanzas del personaje interpretado por Del Toro, que sea él el responsable.