martes, 21 de junio de 2016

De espaldas a la civilización.


A mediados del siglo XVII una familia es expulsada de su colonia por motivos desconocidos. Decididos a sobrevivir a pesar de todo, se estableceran en una zona salvaje, pero la desaparición de su hijo recien nacido, será el inicio de una auténtica pesadilla.

Amparada por su gran recepción en festivales como Sundance o Sitges, llegaba una de las propuestas fantásticas más esperadas del año. ¿Estaba justificado el revuelo? Pues, aunque, a lo mejor se ha sobredimensionado un poco este "La bruja. Una leyenda de Nueva Inglaterra", en general, si.

Lo primero que llama la atención es el estupendo guión de la película. Más allá de la construcción de los personajes y los diálogos, ambos notables, resulta llamativa la representación de la brujería como la emancipación ultima de la mujer, la única manera de lograr libertad y control total en una sociedad en la que estaba totalmente constreñida bajo el yugo de los hombres. También es digna de mención la capacidad del realizador para ir introduciendo detalles e ideas de notorio simbolismo que van enrareciendo el ambiente de la película, y lo que había empezado como cine de época va retorciendose hasta convertirse en algo completamente distinto e incomodo. Sirvan como ejemplo
la presencia de un macho cabrio, la mención reiterada de manzanas en momentos importantes de la trama, o que el motivo de la expulsión de la familia de la comunidad en la que vivía quede sin explicación, dejando a la intuición del espectador valorar si dicha expulsión fue justa o no. Esto ultimo puede parecer algo banal, pero no lo es en absoluto, ya que hace desde el principio que no tengamos asideros emocionales con los personajes, lo que imprime un tono de desconfianza a todo el relato. Gracias a eso el realizador y guionista Robert Edgerton consigue algo tan difícil de lograr como que se pongan en duda las aseveraciones que realizan los niños, algo nada frecuente en una sociedad como la actual, que convierte en dogma la bondad intrínseca de los infantes.
Estas propuestas de guión, podían quedar en meras ideas desperdiciadas si la puesta en escena no le sacara el jugo que tiene. Afortundamente lo hace y bastante. Apoyado en una fotografía naturalista hipnótica con reminiscencias de "Barry Lindon" que hace que varios planos luzcan como auténticos lienzos, el autor logra sumergir al espectador en el aislamiento y el ambiente opresivo que viven los personajes. A esta sensación contribuye también el excelente diseño de producción y de sonido. Además de esto Edgerton va haciendo cada vez más irrespirable la atmósfera intensificando la feminidad de Thomasin, la hija mayor, y el despertar sexual del hijo mediano, Caleb, con esos planos en los que el muchacho fija la mirada en escote cada vez
más turgente de su hermana, y secuencias tan estupenda como el encuentro con la bruja. Siguiendo con los pechos femeninos, que en la película se presentan en su doble vertiente de órgano sexual y de sustento de bebes, hay una gran secuencia  que involucra un cuervo y a la madre de la familia, interpretada por Kate Dickie, que sin ánimo de entrar en detalles se convierte en una brillante metáfora visual. No me deja de llamar la atención como está actriz, Katie Dickie, ha incorporado las dos secuencias de lactancia materna más perversas que recuerdo haber visto: la que tiene en la película, y la que tuvo en "Juego de tronos", en la que incorporaba a la reina del Nido de Águilas.
Volviendo con "La bruja", el director, a base de momentos como el que acaba de citar, logra ir forzando el tono de la película de tal manera que lo que parecía plenamente realista se va tornando en algo fantástico, aunque con una realización suficientemente ambigua como para sembrar la duda en el espectador sobre si lo que se ha visto es fruto de fuerzas sobrenaturales, o de toda la represión religiosa y frustración sexual acumulada. A este respecto es ejemplar el montaje de la secuencia final, la más fantasiosa de la película, que se produce después de un fundido a negro más largo de lo esperable. A través de algo aparentemente tan simple como mantener durante unas segundos más la pantalla oscura,el director logra sembrar la duda de que si se trata de un fundido con el uso habitual, es decir, el separar dos secuencias que transcurren separadas en el tiempo o el espacio, o algo más ¿Es que dicho fundido representa la perdida absoluta de contacto de la realidad del personaje protagonista de esa secuencia tras todo lo sufrido? ¿O acaso es que esa pantalla oscura lo que refleja es la muerte y lo posterior es una suerte de cielo/infierno? Cada uno que elija lo que le más le convenza.


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